lunes, 23 de agosto de 2010

Citando a Freud



Texto: Magoo (Magalí Ylz)
Ilustración: Mauro Ricci

Idiotas útiles - Diario "Será Justicia"

Nota: Francisco Guillermo Panero.
Ilustración: Mauro Ricci

“Será Justicia”, periódico que sale cada 15 días, tiene una tirada de 20 mil ejemplares y es distribuido también en el interior de la provincia.

“Será Justicia” es llevado a cabo por periodistas cuyo objetivo es trabajar en un lenguaje informativo los hechos particulares del juicio a Videla y Menéndez.

Para ver el diario en su totalidad en versión digital dirigirse a este enlace: http://www.lmcordoba.com.ar/anexos/documentos/SJ011web22-08-10.pdf

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Idiotas útiles 
Por Francisco Guillermo Panero *
 Las caras de los dictadores Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez en el banquillo de los acusados de los Tribunales Federales de Córdoba me remiten a otra imagen. Pero no por identificación, sino por contraste. No es preciso reiterarlo, estos genocidas no expresan ninguna muestra de arrepentimiento por haberse cargado tantas vidas. Jamás reconocerán como tales las atrocidades que cometieron. Pero, lo que es peor, en su fuero íntimo, en su conciencia, se sienten justificados. Se sienten héroes, patriotas, salvadores que sirvieron a una causa que reivindican.
La imagen que estos militares me traen a la memoria es la de la escena final de La Patagonia Rebelde, la película que Héctor Olivera rodó a partir de la saga “Los vengadores de la Patagonia Trágica”, de Osvaldo Bayer. Cuando termina la represión en la que el Ejército Argentino fusila en diciembre de 1921 a 1.500 trabajadores rurales huelguistas, el responsable de la masacre, el teniente coronel Héctor Benigno Varela –interpretado en el film por Héctor Alterio– es felicitado en un agasajo que le tributan los hombres del poder: el gobernador de Santa Cruz, los empresarios y los patrones de estancia.
Luego de recibir los honores que esperaba, el general es sorprendido con un himno entonado en un perfecto inglés: “For he’s a jolly good felow…For he’s a jolly good fellow” (en su versión en castellano: “Porque es un buen compañero…”). Sorprendido por los cánticos, el rostro del represor queda absolutamente trastocado. Gracias a su virtuosismo, Alterio expresa en sus ojos la gran decepción de haber creído que servía a la Patria y el darse cuenta quiénes son aquellos que celebran su “triunfo” (1). Tal vez esa mirada anticipaba también su propia muerte, ajusticiado poco más de un año después por el inmigrante alemán anarquista Kurt Wilkens.
Volviendo a nuestros días, los dictadores del Proceso no sienten arrepentimiento, mucho menos desazón. No ignoran que han sido parte del Plan Cóndor, de la Doctrina de Seguridad Hemisférica de los Estados Unidos, pero lo han ejecutado con orgullo. Digirieron y encarnaron con la plena convicción de estar salvando del comunismo al continente. Fueron cooptados para asumir como propia la lucha que benefició a la metrópoli y a los intereses capitalistas. Los adoctrinaron (en la Escuela de las Américas) para exterminar a sus propios hermanos. Y ellos lo cumplieron como si fuera un mandato superior.
A algunos puede resultarles leve, y hasta benigno, el calificativo “idiotas útiles” para quienes, en definitiva, se convirtieron en horribles genocidas. Pero el concepto, acaso operativo, puede ser útil para graficar el mecanismo de servir al extranjero en contra de la lucha del pueblo.
Mientras Videla era el coordinador nacional de la represión de Estado en contra de los intereses populares -bajada desde Washington-, el cipayo local Menéndez hacía estragos en Córdoba y en el amplio territorio del Tercer Cuerpo de Ejército, no sin distraerse en intereses mezquinos. En el juicio que se está siguiendo en Córdoba, en la audiencia del jueves pasado, el testigo Gerardo Otto acusó al veterano represor cordobés de haber solicitado dinero a un empresario secuestrado. Aseguró que a Jaime Lokman le pidieron su patrimonio a cambio de su libertad. En su defensa, Menéndez volvió a pecar de la misma manera, la de pretender encarnar los íconos, los signos y el sentir de nuestra nacionalidad para atacar lo popular.
Nada menos que una cita del Martín Fierro se le ocurrió hacer propia, queriendo adueñarse del sentir de José Hernández y del ideario de la poesía gauchesca. Así como él y sus pares pretenden erigirse en seguidores de militares como Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes o José de San Martín, Menéndez formuló su descargo con su acostumbrado modo de arenga: “Por eso no debe tener el jefe / que esté de estable / otra cosa que su sable / su poncho y su deber”. Por si los presentes no se habían percatado, debió aclarar: “Y eso es lo que tengo”.
Curioso el mecanismo de quienes encarnan las luchas contrarias a los intereses populares. Ejecutan la represión interna y ponen en práctica políticas elitistas usando el ropaje de lo telúrico, lo local. Utilizan los íconos nacionales, patrios, para atacar a quienes ellos señalan como organismos extraños a nuestra identidad.
¿Cuántos de estos cipayos de turno hemos visto a lo largo de nuestra historia? Desde aquel empréstito leonino de la Bahring Brothers tomado por Bernardino Rivadavia hasta hoy, podemos enumerar gran cantidad de ejemplos. ¿Cuántos idiotas útiles de infinito peligro encarnan esta idiosincrasia?
Sin remontarse demasiado en la historia, sin abundar en demasiados ejemplos, podemos repasar de modo somero: los que golpearon las puertas de los cuarteles, los que celebraron a Videla como dictador ubicado, quienes decían que éramos “derechos y humanos”, aquellos que aplaudieron las Felices Pascuas, todos los que justificaron la segunda década infame, los que llamaron de vuelta a Domingo Cavallo, quienes salieron a la calle con cacerolas sólo porque les tocaron los ahorros o los que lo hicieron para apoyar a ese mismo "campo" que antes aplaudía al fusilador Varela...
reconocerlos entre nosotros.

Notas:
1) Es posible ver esta escena en:  http://www.youtube.com/watch?v=Eqan6Lg70a0
2) Se refiere al famoso préstamo de 500.000 pesos oro solicitado por el Estado argentino a la firma inglesa Bahring Brothers en 1824, que terminó de saldarse en 1904. Según cálculos del ex ministro de Finanzas José A. Ferry, el importe final que la Argentina debió pagar, con intereses acumulados ascendió a la suma de 23.734.766 pesos oro, en moneda proporcional a la que regía en 1824.